" Quevedo es un personaje histórico y su fama llega a todo el PLANETA "

domingo, 13 de mayo de 2012

Repercusión


Francisco de Quevedo es una  gran  inspiración para la literatura  . Su postura ante la vida tiene tanta semejanza con la nuestra que fácilmente se le ha podido calificar de hombre moderno e incluso de poeta contemporáneo. Hay escritores que llegaron a sentirse identificados con él, como Unamuno, sobre todo a raíz de su destierro, que comparó a la cárcel de San Marcos.
            Desde luego, la deuda que la mayoría de los poetas modernos deben a Quevedo es inmensa.
Desde Rubén Darío, la influencia se deja sentir tanto en los poetas españoles como en los hispanoamericanos, como Neruda, Vallejo, Borges, Carrera Andrade, Octavio Paz, etc. (...) Aparte de los temas y de su tratamiento, Quevedo es un modelo de lenguaje. Por eso pudo expresar Borges: ‘es el primer artífice de las letras hispánicas’ y considerarle ‘menos un hombre que una dilatada y compleja literatura.’
 Actualmente varios artistas han retomado su obra uno de los cuales es Joaquín Sabina, el trabajo de ambos no está directamente relacionado, sin embargo las ideas, y poemas de Quevedo fueron de gran influencia para Joaquín Sabina, ya que fueron adaptados a canciones. Por otro lado tenemos a Miguel Hernández un poeta de la década de los cuarenta que utilizó varias figuras literarias, utilizadas en primera instancia por Francisco de Quevedo.
              Influencia en Joaquin Sabina : "CONTIGO"

    El título del disco Yo, mí, me, contigo revela la metatextualidad consciente de Sabina, ya que enuncia los pronombres de primera persona del singular y los contrapone con uno de la segunda persona en último lugar, elaborando un juego de palabras. Se pueden establecer comparaciones entre la canción «Contigo» de Sabinay el soneto de Quevedo «Amor constante más allá de la muerte».
        «Contigo» se vale de la anáfora en las estrofas que constituyen la primera y segunda partes de la canción, donde el «Yo no quiero» se repite dieciocho veces a lo largo de ellas formando, por tanto, dieciocho versos endecasílabos, una de las métricas preferidas del Barroco, la mayoría de ellos consecutivos. Como efecto de significación, el «Yo no quiero» ofrece a la vez la preeminencia del enunciador en primera persona y su definición por la negativa, otro rasgo barroco, de una concepción del amor que reniega (al igual que ocurría en el «Romance de la gentil dama y el rústico pastor») del amancebamiento/aburguesamiento del sujeto poético, para oponerlo antitéticamente, al final de cada parte, a la afirmación de «Lo que yo quiero».
              El segundo recurso propio del Barroco lo encontramos en el uso arcaizante del ablativo absoluto «corazón cobarde», que puede ser una aposición del «yo» poético como un vocativo que apela al «tú» femenino («lo que yo quiero, corazón cobarde, / es que mueras por mí»). Por paralelismo con la segunda parte de la canción, se podría pensar que se trata de lo segundo, dado que los versos equivalentes son «lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes, / es que mueras por mí», pero esta lectura restaría la ambigüedad buscada por el poeta a la hora de componer los versos.
              El tercer caso puede calificarse como una reescritura que Sabina hace de Quevedo, es decir, la asimilación por parte de Sabina de un texto ajeno escrito por Quevedo desarrollando una escritura propia del mismo y superando la mímesis. Por tanto, el «Y morirme contigo si te matas / y matarme contigo si te mueres, / porque el amor cuando no muere mata, / porque amores que matan nunca mueren» podría considerarse una especie de glosa de todo el soneto «Amor constante más allá de la muerte» de Quevedo.
              Por último, el estribillo de «Contigo» es otra clara muestra del barroquismo de la canción, ya que desarrolla en sus cuatro versos una estructura de paralelismo entre sí en los dos primeros y en los dos últimos, comenzando una vez más de forma anafórica («Y...», «Porque...») y a la vez un quiasmo versal entre el primero y el segundo y entre el tercero y el cuarto. Es decir, en cada par de versos se juega con lo especular, que se reduplica en la especularidad entre los dos pares. Además, las cuatro conjugaciones distintas de los verbos «matar» y «morir» son antitéticos entre sí.

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